jueves, 8 de abril de 2010

ME GUSTARÍA ESCUCHARLO






            Vivimos un año importante en Caravaca de la Cruz. Un año que para los católicos representa un ejercicio de devoción y espiritualidad. Igualmente representa un año de oportunidades de promoción turística y de auge monetario y empresarial (aunque mucho me temo que la realidad será otra…).

            Pero mis razonamientos van por otro lado. Van por el deseo utópico de escuchar al sacerdocio católico pedir perdón por tanto terrorismo pederasta practicado dentro de su organización. Una organización que no duda un instante en lanzar a sus ejércitos a las calles a exigir que la gente viva como ellos y ellas quieren, que se gasta un pastón en publicidad contra la mujer y contra la sociedad democrática mientras hay gente que pasa hambre, que se alía con el poder cuando lo cree necesario aunque eso suponga faltar a sus propios criterios de respeto más básico al género humano, que no duda en llamar a la rebelión de las masas para posicionarse frente a un Gobierno de la Nación que, personalmente pienso, debería haber actuado con más contundencia en algunos aspectos relacionados con dicha organización. Pero claro, estamos en España, este país que aún rezuma por muchos sitios tradiciones bárbaras y ranciedad social.

            En mi labor como concejal he asistido a muchas homilías. Unas más interesantes que otras. En algunas he escuchado ataques tremebundos contra la política del partido socialista (recuerdo aún una que dio el anterior obispo de la diócesis de Cartagena, el excepcional Reig Plá) e incluso llamamientos a no cumplir con la ley establecida. Pero a nivel nacional e incluso internacional, he escuchado declaraciones de los máximos responsables eclesiásticos que lejos de poner la otra mejilla han golpeado con puño de acero sobre el magullado rostro de la verdad y de la justicia. El propio Papa, Benedicto XVI, tapó, en su época de cardenal, a compañeros de oficio, que sentían predilección por tiernos mancebos y traseros ajenos (eso sí, cuanto más jovencitos mejor, que para maduros ya están ellos mismos).

            Por eso digo que me gustaría escuchar una disculpa verdadera, una homilía en mi querida Caravaca, y más con motivo de este año que nos ocupa, que entonase el mea culpa por este nauseabundo asunto. Creo que no pido demasiado. Si somos justos, yo me he tenido que tragar cosas un tanto durillas (me refiero a declaraciones del clero, que nadie piense nada raro, que no van por ahí los tiros, que para mentes calenturientas ya tenemos las de algunos sacerdotes), pues también tengo derecho a que se regalen mis orejas con un canto a lo justo y un rechazo a esta hipocresía tan atronadora que desgraciadamente viene practicando desde hace siglos, la Iglesia católica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario